AUTONOMÍA Y AUTOESTIMA

Autonomía y autoestima son conceptos que, tratándose de gente mayor, van estrechamente unidos.

En ocasiones, los cuidadores, sobre todo los no profesionales, quieren que la persona esté perfectamente atendida, lo que conlleva a un exceso de cuidados hacia la misma. Por ejemplo, cuando una persona mayor tiene dificultad en la realización de una tarea tienden a realizarla por ella, sin darse cuenta que están desfavoreciendo su autonomía, cuando en realidad ambas personas deberían ser partícipes de la actividad, para que el anciano no deje de practicar las habilidades que necesite para realizarla.

Frases como: “puedes seguir en la cama, total…para lo que tienes que hacer….” No favorecen la autonomía ni la dependencia de las personas, en contraposición a “¿por qué no te levantas y andas un poco?”

También es aconsejable  incitar a la persona a vestirse o preparar el desayuno en lugar de vestirlo y darle el mismo.

Cuando las personas hacen o dejan de hacer tiene que ver con el contexto actual, es decir, con lo que les rodea. Por ejemplo, si se les prepara la ropa para que se vistan sólos y se les felicita por ello, se favorecerá más su autonomía que vistiéndolos, con lo que se verán más independientes y en consecuencia tendrán mejor autoestima. Igual sucede con otros ejemplos como el aseo, la compra, preparación de comidas, etc… como se dijo con anterioridad, lo esencial es compartir las tareas, que sean partícipes.

Cuando mejora la autonomía de la persona dependiente afecta de manera positiva al cuidador. En un principio puede llevar más tiempo realizar las tareas, y requiere de paciencia, pero a la larga supone una satisfacción para ambos tanto a nivel anímico como físico.

Para mejorar la autonomía, los cuidadores profesionales siguen una serie de pasos que todo el mundo puede realizar, en mayor o menor medida:

  • Acondicionar el entorno del dependiente. Buscando la seguridad, eliminando obstáculos y colocando ayudas. Por ejemplo, eliminando escalones, quitando alfombras, colocar asideras en el servicio, poner más puntos de luz, etc…
  • Observar que facultades que preservan, y qué pueden hacer por sí mismos, para reforzar esos hábitos. También se deberá prestar atención a las dificultades, para ayudar a realizar las tareas que no puedan.
  • Como regla general podemos decir: no hacer nada por la persona mayor que esta pueda hacer por sí misma. Probablemente tarde más y tenga dificultades por tener menos agilidad, pero a la larga la animará. El cuidador debe participar y ayudar, pero sólo en lo necesario.
  • Fomentar rutinas, como la hora del aseo, de levantarse, de comer, etc… Las cosas que se hacen de modo rutinario son las que tienen mayor probabilidad de seguir haciéndose.
  • Comportarse de manera que se favorezca la autonomía, mostrando satisfacción cuando la persona mayor realice tareas por sí misma. Si se puede, no se debe de prestar atención a conductas dependientes.

A pesar de lo positivo de ser dependiente y el refuerzo de la autoestima que supone, a veces los mayores son reacios a los intentos de favorecer su dependencia. Por ello se debe de ser persistente, buscar el apoyo familiar y animar  a la persona mostrando confianza en sus posibilidades. Lo que nunca se debe de hacer es discutir.

 

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