ETAPAS DEL ALZHEIMER


La enfermedad suele tener una duración aproximada de 10 a 12 años, aunque puede variar mucho de un paciente a otro.

Pérdida de memoria: es el síntoma más habitual y de los primeros en manifestarse. Pueden ser despistes como no saber a dónde iba, lo que iba a decir, si cerró la puerta,… También pueden tener dificultad para realizar cosas habituales como usar electrodomésticos, comprar cosas que no necesitan y olvidar las que sí, etc.…

Problemas con el lenguaje: es frecuente que tengan dificultad para encontrar la palabra correcta para algo a lo que se quieran referir y llaman a las cosas de otra manera para disimular.

Desorientación espacio-temporal: es frecuente que olviden donde viven o el día en el que están, o que crean que están en otro lugar donde vivieron…

Disminución del juicio: para tomar decisiones del día a día como vestirse con la ropa adecuada en función del tiempo, etc.…También suelen colocar cosas en sitios que no corresponden, poner vasos a calentar en la vitrocerámica…

Cambios de humor y comportamiento sin motivo: así como cambios de personalidad más exagerados que los propios de la edad.

Aislamiento social: al no ser capaces de tener iniciativa, con lo que adoptan un estilo de vida sedentario por ejemplo viendo la televisión mucho rato o no teniendo conversaciones.

La enfermedad se divide en tres periodos:

El paciente puede realizar por sí mismo las actividades básicas de la vida diaria, aunque suele tener despistes ocasionales o incluso llegar a perderse. Al ocurrir ocasionalmente la pérdida de memoria puede pasar desapercibida pero al enfermo le puede generar ansiedad y frustración. En esta etapa inicial un cambio en el entorno puede agravar los síntomas.

En esta etapa se puede empezar a medicar lo que retrasaría la evolución del Alzheimer.

La familia debería empezar a tomar conciencia de cómo afecta la enfermedad al afectado para prepararse para tomar decisiones.

Cuidados:

Tiene mucha importancia mantenerse activo y seguir practicando las aficiones habituales. También es importante fomentar un hábito de lectura y escritura ya que así se estimula la atención y la concentración. También se pueden encargar tareas cotidianas que requieran participación como hacer la compra o tareas domésticas.

Los síntomas empiezan a ser más graves y el enfermo necesita ayuda para las actividades básicas de la vida diaria  (aseo, vestirse, comer,…) y el deterioro cognitivo se hace más evidente necesitando supervisión. Las conversaciones rutinarias pueden no dar evidencias de la enfermedad, pero esto no ocurre con conversaciones más profundas y que no son habituales. Suelen tener dificultad de comprensión, no encuentran el nombre concreto de una cosa a la que se quieren referir y tienen dificultad para relacionar palabras, leer o mirar la hora.

Es frecuente que tengan alucinaciones y delirios, viendo cosas que no están en el lugar en el que se encuentran, confundiendo familiares con otras personas, asustándose de ellos mismos en el espejo o reclamando acciones de gente del entorno que no han hecho (decir que robaron algo de la casa…)

Al ir teniendo mayor dificultad de comunicación es importante usar un lenguaje sencillo, usar  frases cortas, tener paciencia para que responda y hablar de temas que le susciten interés fomentando de esta manera su participación. No nos debemos enfadar con el enfermo.

En lo que respecta al entorno doméstico, este se debe ir acomodando de manera progresiva facilitando la toma de decisiones del enfermo (separar ropa de verano e invierno dejando solo lo necesario, el uso de electrodomésticos, etc.…) buscando una rutina que se haga de manera metódica. Los relojes y calendarios deben ser de fácil visualización y comprensión.

A medida que avanza la enfermedad se debe ir adaptando la casa con ayudas técnicas que faciliten la comodidad del paciente y de los cuidadores (camas articuladas, sillas de ruedas para el desplazamiento, elevadores de váter, asideros y sillas de ducha, sustituir la bañera por una ducha…)

También hay que extremar la seguridad dentro del domicilio por ejemplo colocando sistemas de seguridad en cocinas de gas, retirando las alfombras, no dejar objetos peligrosos al su alcance…

El enfermo debe estar identificado  con su nombre y dirección por si se desorienta y se pierde. Además de su cartera se puede optar por placas o pulseras de identificación. Actualmente existen sistemas de localización camuflados como objetos cotidianos como relojes, anillos, códigos QR o pulseras.

La rotación familiar para el paciente puede ser contraproducente ya que aumenta la desorientación del mismo.

El enfermo es totalmente dependiente para comer, vestirse, asearse o incluso precisa que lo movilicen.  La comunicación con el entorno es nula y no responden a estímulos externos.

Se llega a perder la capacidad motora y la rigidez muscular hace que los movimientos sean lentos y torpes. El comportamiento puede ser agresivo. Durante las noches se pueden dar periodos de actividad y luego duermen por el día.

Muchos enfermos suelen terminar encamados sin hablar y con incontinencia, presentando contracciones espontaneas de algunos grupos musculares.

En esta etapa aumentan los riesgos relacionados con la deshidratación, desnutrición, infecciones y pueden aparecer heridas por las contracciones.

En esta fase el enfermo es totalmente dependiente y el deterioro cerebral se reflejará en su resistencia física. Un catarro, una infección o una deshidratación pueden agravar la situación. Por ello es importante mantener una higiene personal así como cuidar la alimentación. Dependiendo del grado de tolerancia a la ingesta de alimentos, se le pueden dar sus comidas favoritas. No obstante es desaconsejable mezclar alimentos de diferentes texturas.

Los trastornos de conducta representados como agitación, negativismo, gritos, alucinaciones… son habituales y complicados de gestionar por parte del entorno familiar. Sin embargo es importante mantener una actitud positiva mostrando afecto con el enfermo y estimularlo con música o sus programas favoritos de televisión.

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